La obesidad central – Nota 1

Quién no ha sentido hablar que la obesidad es, en los países occidentales, una alta proporción de la población aun desde la niñez, y que esta incidencia se debe al exceso de alimentación rica en grasas, en azucares, y una tendencia a la vida sedentaria que nos impone una sociedad “de consumo” que obliga a trabajar muchas horas del día para poder alcanzar comodidades que nuestros abuelos no tenían a su alcance. Todos sabemos también que la actividad física es el protector de nuestra salud, pero: ¿a cuantos les alcanza el tiempo para disponer de horas del día para esta parte de la buena vida?

La obesidad aumenta las probabilidades de que se presenten  factores de riesgo cardiovascular, en especial, presión arterial alta, colesterol elevado y diabetes.

Una medida de la obesidad se determina mediante el índice de masa corporal (IMC), que se calcula dividiendo los kilogramos de peso por el cuadrado de la estatura en metros (IMC = peso [kg]/ estatura [m2]). Según el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre de los Estados Unidos (NHLBI), el sobrepeso se define como un IMC de más de 25. Se considera que una persona es obesa si su IMC es superior a 30.

Pero hoy en día se ha considerado un dato más como predictor de complicaciones de salud: es la medida de la cintura. Una persona puede tener sobrepeso con una distribución homogénea de grasa debajo de la piel. Pero mucho más peligroso es tener la grasa acumulada entre las vísceras del abdomen, la panza dicho en el vocabulario argentino, o en el hígado, como hígado graso.

En próxima nota escribiremos cuales son los datos de laboratorio que hoy se consideran indicativos de riesgo